(Opinión Personal)
La temporada 1989/90 estuvo a punto de haber impedido el nacimiento del
"Dream Team". En diciembre la mayoria de los socios y aficionados cules
le pidiamos a Josep Lluís Núñez, la cabeza de Johan en bandeja de plata.
Y hay una fecha suele pasar inadvertida en la fastuosa trayectoria de
Johan Cruyff en el Barça. Es el 5 de abril de 1990. El Barça se
enfrentaba al Madrid en la final de Copa en Mestalla y Johan Cruyff
atravesaba una situación crítica en el club. El presidente Núñez había
contactado con César Luis Menotti para ofrecerle la dirección del
equipo. Cruyff estaba a punto de concluir su contrato de dos años, en
medio de un ambiente tan cargado como la tormenta que azotaba Valencia.
La temporada se había apretado para favorecer la preparación del Mundial
de Italia. El Barça vivía con las frustraciones de costumbre. Desde
1960, sólo había ganado dos Ligas (1973/74, 1984/85), cifra
asombrosamente pobre para un club con un potencial enorme. En ese mismo
periodo, el Atlético de Madrid había obtenido más campeonatos. Más
sorprendente eran los cuatro títulos, dos cada uno, entre el Athletic y
la Real Sociedad en los años ochenta. El Barça ganó la final (2-0). El
Madrid conquistó la Liga. La victoria permitió a Cruyff continuar al
frente del equipo. El Madrid no volvió a ganar el campeonato hasta la
temporada 1994/95. El Barça conquistó cuatro títulos consecutivos de
Liga y la Copa de Europa que tanto se le había resistido. Esos son datos
que avalan la superlativa carrera de Cruyff al frente de un equipo
glorioso. Sólo datos. Lo fundamental tiene un carácter más profundo: el
Barça torció su historia de lamentaciones y se convirtió en el equipo
chic, quizá la gran referencia del fútbol mundial. A Cruyff le
corresponde todo el mérito de la transformación. Respondió a lo grande, a
quienes le cuestionaban con una saga impresionante de victorias.
Respondió a quienes predicaban el fútbol resultadista con una de las
apuestas ofensivas más clamorosas que recuerdamos. Devolvió todo el
placer de la belleza al fútbol. Negó otra falacia: el deterioro del
vigor competitivo por la belleza. Demostró el crucial valor de la
cantera. Divirtió a todos, hinchas o no del Barça. Su grandeza fue
universal. Pero su legado no terminó con él. El mismo club que sólo
había obtenido dos Ligas entre 1960 y 1990 y que jamás había logrado la
Copa de Europa, ha ganado dos finales de la Liga de Campeones y ocho de
los últimos 17 campeonatos nacionales. Todos con entrenadores holandeses
o con un exjugador como Pep, que ha bebido de la misma fuente. Es, sin
dudarlo, una de las épocas de oro del Barça. Detrás hay una figura
apoteósica: la de Johan Cruyff
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