La anécdota más curiosa de su carrera fue el inicio de ésta. Miguel Ángel Hernández, entrenador de las categorías inferiores del Fuenlabrada, se había cruzado alguna que otra vez con el joven Roberto Dueñas cerca de la parada del autobús. El chaval ya destacaba a sus 15 años por sus más de dos metros de altura. Residía en Fuenlabrada, pero estudiaba en Móstoles, donde empezó a jugar después de clase gracias a Julio, su profesor de deporte que era también coordinador del C.B Móstoles. Aún a pesar de haber empezado más tarde de lo normal a practicar este deporte, sus cualidades eran innegables y pronto surgió el interés de grandes equipos. No es sabido por muchos, pero estuvo tres días probando con el Real Madrid mientras jugaba en Móstoles. Poco tardó Miguel Ángel, el ojeador de Fuenlabrada, en hacerle una oferta, que fue aceptada. Allí, al lado de casa, Roberto aprendió a marchas forzadas todo lo que sus compañeros llevaban años practicando. Quizás por eso el resultado fue un torpe y desgarbado jugador con una técnica de tiro muy poco ortodoxa. Pero aún con este precoz aprendizaje, el resultado fue un gran pívot, que acabó incorporándose la Barcelona en 1995.