Con el gol de Luis Suárez, en el min.57, se desataba la euforia. No en
el Camp Nou, que estaba vacío por motivos evidentes, sino en los
aledaños. Habían pasado poco más de diez minutos desde el tanto del
charrúa cuando los fuegos artificiales empezaron a iluminar el feudo
blaugrana. Y ya no pararon hasta que concluyó el derbi. Gracias al ruido
de los fuegos artificiales daba algo de ambiente a un encuentro que
hubiera sido infernal para el RCE Espanyol si todo hubiera transcurrido
con normalidad. Sea como sea, la afición hacía saber al FC Barcelona que
estaba de su lado y que, sobre todo, que se alegraba por el descenso
del conjunto blanquiazul. La rivalidad provoca que los pericos se
alegren cuando los blaugranas pierden una Liga y los culés, cuando los
blanquiazules pierden la categoría. No hay más. De eso se trataba de la
rivalidad entre aficiones.
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