Era el año 1955, cuando los clubes eran una gran familia donde los
empleados podían llevar los hijos al trabajo sin problemas. En aquella
época el conserje del Metropolitano, el antiguo estadio del Atlético de
Madrid, solía contemplar su hijo pequeño mientras se divertía en el
césped del campo del club colchonero o incluso cuando peloteaba
despreocupadamente con los jugadores del Atlético, que se lo pasaban
bien jugando con aquel chiquillo.
Ese día era la selección española la que estaba concentrada en el Metropolitano. El pequeño hijo del conserje, con la soltura propia de sus siete años, se acercó a un jugador rubio de una gran corpulencia y se puso a pelotear con él, pero su tendencia infantil a devolver la pelota con la puntera hizo que el jugador rubio detuviera el entretenimiento para indicar al niño la manera correcta de chutar el balón.
Este niño de mayor quería ser futbolista. Su ilusión era convertirse en un delantero que marcara muchos goles, como aquel jugador rubio. Manolo tomó buena nota de la lección y con el paso del tiempo llegó a jugar en el Barça. Fueron cuatro años intensos (1974-78) en un equipo donde Johan Cruyff era el líder. Manolo marcó 69 goles con la camiseta blaugrana y vivió su momento de gloria una tarde en el Camp Nou cuando le hizo cinco al Valencia. Nunca fue un crack, pero marcaba muchos goles. El jugador rubio era uno de los mitos del barcelonismo. Él dejó pequeño el campo de Les Corts con sus goles, pero la ilusión de su vida, una vez colgadas las botas, siempre había sido entrenar a los niños. Estuvo a punto de cumplir su sueño en 1961, después de su última temporada como jugador barcelonista, cuando fue nombrado director de la escuela de Fútbol del Barça, pero la experiencia sólo duró cinco meses. El presidente Enric Llaudet lo reclamó para dirigir el primer equipo, inmerso en una crisis deportiva. Pero el, no quería dejar ese cargo que estimaba tanto, pero acabó claudicando.
Los imponderables de la coyuntura deportiva se impusieron en la ilusión. Aquel jugador rubio nunca más volvió a entrenar los niños, pero años más tarde, en 1973, cuando era seleccionador español, convocó para un partido en Turquía aquel niño que chutaba con la puntera ... Este jugador rubio era Kubala y el niño: Manolo Clares
Ese día era la selección española la que estaba concentrada en el Metropolitano. El pequeño hijo del conserje, con la soltura propia de sus siete años, se acercó a un jugador rubio de una gran corpulencia y se puso a pelotear con él, pero su tendencia infantil a devolver la pelota con la puntera hizo que el jugador rubio detuviera el entretenimiento para indicar al niño la manera correcta de chutar el balón.
Este niño de mayor quería ser futbolista. Su ilusión era convertirse en un delantero que marcara muchos goles, como aquel jugador rubio. Manolo tomó buena nota de la lección y con el paso del tiempo llegó a jugar en el Barça. Fueron cuatro años intensos (1974-78) en un equipo donde Johan Cruyff era el líder. Manolo marcó 69 goles con la camiseta blaugrana y vivió su momento de gloria una tarde en el Camp Nou cuando le hizo cinco al Valencia. Nunca fue un crack, pero marcaba muchos goles. El jugador rubio era uno de los mitos del barcelonismo. Él dejó pequeño el campo de Les Corts con sus goles, pero la ilusión de su vida, una vez colgadas las botas, siempre había sido entrenar a los niños. Estuvo a punto de cumplir su sueño en 1961, después de su última temporada como jugador barcelonista, cuando fue nombrado director de la escuela de Fútbol del Barça, pero la experiencia sólo duró cinco meses. El presidente Enric Llaudet lo reclamó para dirigir el primer equipo, inmerso en una crisis deportiva. Pero el, no quería dejar ese cargo que estimaba tanto, pero acabó claudicando.
Los imponderables de la coyuntura deportiva se impusieron en la ilusión. Aquel jugador rubio nunca más volvió a entrenar los niños, pero años más tarde, en 1973, cuando era seleccionador español, convocó para un partido en Turquía aquel niño que chutaba con la puntera ... Este jugador rubio era Kubala y el niño: Manolo Clares