El 31 de enero de 2003, el equipo blaugrana negociaba con Radomir Antic,
tras el cese de Louis Van Gaal. El día de la presentación de Antic ante
el vestuario blaugrana, los sentó ante sus taquillas, Antic les fue
saludando uno por uno ante la presencia de Joan Gaspart. Al llegar a
Riquelme, Antic le dijo que iba a ser clave en la recuperación del
equipo.
La alegría de Riquelme duró poco, duro lo que tardaron algunos de los
capitanes del primer equipo hablar con el nuevo míster. Le contaron que
tras la crisis del 0-3 en casa ante el Sevilla, Riquelme se había
borrado de viajar a Mallorca. Allí, sin él, habían ganado 0-4. Ojito,
pues, con hacerle jugar. En los primeros cuatro partidos de Liga,
Riquelme se quedó en el banquillo. Antic había entendido el mensaje de
un vestuario que, entonces, mandaba lo suyo. Como hoy, las "vacas
sagradas" tienen el poder y es más fácil no contar con uno, que echar a
once
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