El 27 de mayo de 1987 se jugó la final de la Copa de Europa en Viena
entre el Porto FC y el Bayern Münich, que finalizo con victoria del
equipo portugués por 2-1. Al acabar el partido, Josep Lluís Núñez,
acompañado del gerente Anton Parera, negoció con el presidente del
Porto, Jorge Pinto da Costa para fichar a Paulo Futre. Fue durante una
improvisada cena en una cervecería, en una mesa del altillo del local.
Llegaron a un acuerdo y el dirigente barcelonista, para evitar sorpresas
posteriores, porque sabía que varios clubs europeos iban detrás del
genio de Montijo, le propuso a su homónimo plasmarlo en un documento.
Ante la imposibilidad de hacerlo de otra forma, el acuerdo se plasmó en
una servilleta de papel, con al firma de Josep Lluís Núñez y Jorge Pinto
da Costa, y rubricado por Agustín Domínguez, secretario general de la
Real Federación Española de Fútbol y miembro de la UEFA y FIFA, que hizo
de testigo de la operación, junto al mencionado Anton Parera. Lo más
increíble es que tras su regreso a Barcelona, el presidente barcelonista
se encontró con la negativa del técnico Terry Venables que no veía
interesante la contratación del crack portugués. Llovía sobre mojado
porque ya en su día, el entrenador inglés rechazó a Marco van Basten,
que llegaba libre del Ajax, y a Hugo Sánchez para acabar fichando a
Steve Archibald.
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