El 15 de mayo de 2014, en un Sala de Prensa del FC Barcelona, era despedido con un grito de guerra, el gran capitan del s. XXI: "¡Puyi, Puyi... Puyi, Puyi...!". Es el grito que tantas veces había sonado en el Camp Nou. Un grito que es, sin duda, sinónimo de pasión blaugrana, de amor a un club, de identificación total y absoluta con el equipo blaugrana. Se va el mejor capitán de la historia barcelonista. Aunque más bien, le retiran. Le retiran las lesiones. Unas lesiones que han marcado la última etapa de su carrera futbolística. Se va Carles Puyol, pero se queda el símbolo. Se queda su lección de profesionalidad y de pundonor. Se queda su imagen besando la senyera en el Bernabéu. Se queda su imagen levantando la Liga, la Champions, la Copa, el Mundial de Clubs...
Carles Puyol ha sido, es y será un referente para todos los culés. Y un ejemplo a seguir para todos aquellos futbolistas que sueñan con jugar en el Barça, algún día. Porque Puyol ha representado siempre esos "valors" que tanto se identifican con el club y con su cuna, La Masia. Seguir los pasos de Puyol es seguir la senda del éxito, profesional y personal. Seguir los pasos de Puyol es seguir el camino seguro hacia el corazón de todo el barcelonismo. Carles Puyol es el espejo en el que deberian mirarse todos aquellos que sueñan con ser ídolos del Camp Nou, un día no muy lejano. El grito de "¡Puyi, Puyi... Puyi, Puyi...!" es el símbolo de esa conexión emocional entre el futbolista y la afición. Una conexión que se convertía ese 15 de mayo en eterna.
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