Cuando cumplió los 24 años, el padre de Lluis Reñé (que regalaba bombones entre los aficionados, que iban a ver a jugar al FC Barcelona), lo reclamaba para el negocio familiar. De esta manera en 1914, Lluis Reñé colgaba los guantes definitivamente cuando aún le quedaban muchos días de gloria y paradas memorables para la historia del FC Barcelona. Tuvieron que pasar otros 40 años, para que Lluis pudiera dedicarse a su verdadera pasión y abandonar esa confiteria familiar. Comenzo a pintar cuadros, su verdadera pasión. Con unas hojas, unas cañas rotas, que se fabricaba él mismo, empezo a dibujar, imagenes exultantes de vitalidad y fuerza. Se especializo en imagenes urbanas de la Ciutat Comtal. Llego a ser un pintor de gran exito.
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