El 14 de agosto de 1980, tras el "stage" en Papendhal y los amistosos
europeos, regresaba a Barcelona la expedición blaugrana con una moral
alta, una gran confianza en las propias posibilidades y unos enormes
deseos de satisfacer a la hinchada. Hasta Ladislao Kubala, hombre no
demasiado inclinado a lanzar las campanas al viento, había sentenciado:
"Sin triunfalismos, veo equipo para ganar la Liga". A pesar de la sesión
matinal donde estuvieron entrenando en Bruselas, Kubala no perdono la
sesión vespertina y estuvieron realizando una sesión, que duró más o
menos como la realizada por la mañana. Los más sorprendidos con el
trabajo extra de la tarde fueron los familiares de los jugadores que
estuvieron al pie del cañón durante mucho rato en el aeropuerto
esperando la llegada del avión de marras y todos los trámites de
desembarque y demas. Cuando supieron que sus seres queridos no se
podían ir a casa, inmediatamente, sus caras fueron todo un poema, debido
a la decepción.
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