El 25 de marzo de 1987, con una actuación soberbia, plena de acierto y
su saber hacer, rompió al Límoges francés como si fuera una figura de
esa porcelana que ha hecho famosa a la ciudad occitana y conquistaba su
primera Copa Korac. Once puntos de ventaja (86-97) dejaron ver
claramente que la victoria fue una exhibición del equipo, que se
comportó como un campeón serio y disciplente, capaz de dejar en el
vestuario la confianza lógica de una amplia ventaja (21 puntos)
cosechada en la Ciutat Comtal. Epi, con una serie terrorífica de
triples; Bryant, con un "mate" y un tapón antológicos; Sibilio, atrevido
y certero; Trumbo, eficaz y resultón; Jiménez, aguerrido y peleón, y
Costa, rápido y ordenado, sentaron cátedra ante la parroquia francesa,
obnubilada por un equipo al que creían asequible y timorato
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