En la madrugada del 16 de junio de 1995 sobrecargaba las ondas
hertzianas. Ni el CESID habría dado a basto para captar la dimensión de
una tragedía griega que se avecinaba al club blaugrana.
Todo parecía indicar que la maraña de conflictos y de tensiones en el vestuario blaugrana esa temporada habían creado el caldo de cultivo idóneo para una rebelión latente y perceptible.
Nadie podía negarlo después de oír tantas invectivas en defensa de los derechos humanos de boca del ser más paciente y beatífico del fútbol español, Eusebio.
Esta atmósfera de crispación contra el "Dictador Técnico" del FC Barcelona no se había condensado en forma de tormenta porque entre la generalidad de la plantilla han existido profundas divisiones. Stoichkov había guerreado por su cuenta, cometiendo además el error de hablar más de la cuenta sobre sus propios compañeros. Sin embargo Ronald Koeman había preferido mantenerse al margen de cualquier conspiración y dejaba en herencia sus memorias en forma de libro.
El resto de la plantilla, con un ligero margen de error en las adscripciones de cada uno, se repartía en dos grupos, el alineado en torno al capitán José Maria Bakero y el liderado por Josep Guardiola. Un pequeño puzzlé de corrientes de opinión y de poder, mantenida en perfecto equilibrio y armonía hasta la llegada de los malos resultados. El propio Bakero y los jóvenes habían cruzado mensajes a través de la prensa sobre las responsabilidades de cada grupo en el equipo.
El deterioro de las relaciones había recorrrido un camino paralelo a la regresión del buen juego blaugrana y los fracasos deportivos.
Todo parecía indicar que la maraña de conflictos y de tensiones en el vestuario blaugrana esa temporada habían creado el caldo de cultivo idóneo para una rebelión latente y perceptible.
Nadie podía negarlo después de oír tantas invectivas en defensa de los derechos humanos de boca del ser más paciente y beatífico del fútbol español, Eusebio.
Esta atmósfera de crispación contra el "Dictador Técnico" del FC Barcelona no se había condensado en forma de tormenta porque entre la generalidad de la plantilla han existido profundas divisiones. Stoichkov había guerreado por su cuenta, cometiendo además el error de hablar más de la cuenta sobre sus propios compañeros. Sin embargo Ronald Koeman había preferido mantenerse al margen de cualquier conspiración y dejaba en herencia sus memorias en forma de libro.
El resto de la plantilla, con un ligero margen de error en las adscripciones de cada uno, se repartía en dos grupos, el alineado en torno al capitán José Maria Bakero y el liderado por Josep Guardiola. Un pequeño puzzlé de corrientes de opinión y de poder, mantenida en perfecto equilibrio y armonía hasta la llegada de los malos resultados. El propio Bakero y los jóvenes habían cruzado mensajes a través de la prensa sobre las responsabilidades de cada grupo en el equipo.
El deterioro de las relaciones había recorrrido un camino paralelo a la regresión del buen juego blaugrana y los fracasos deportivos.
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