
La alegría de Riquelme duró poco, duro lo que tardaron algunos de los capitanes del primer equipo hablar con el nuevo míster. Le contaron que tras la crisis del 0-3 en casa ante el Sevilla, Riquelme se había borrado de viajar a Mallorca. Allí, sin él, habían ganado 0-4. Ojito, pues, con hacerle jugar. En los primeros cuatro partidos de Liga, Riquelme se quedó en el banquillo. Antic había entendido el mensaje de un vestuario que, entonces, mandaba lo suyo. Como hoy, las "vacas sagradas" tienen el poder y es más fácil no contar con uno, que echar a once
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