
Una vez rendido el Palau de la Generalitat, Pérez i Farràs fue juzgado en un consejo de guerra y condenado a muerte, pero la pena le fue conmutada. La victoria del Frente de Izquierdas y del Frente Popular en las elecciones generales de 1936 hizo que fuera indultado y liberado. Recuperó su cargo de jefe de Mossos y fue uno de los oficiales que contribuyó a sofocar la revuelta militar del general Manuel Goded en julio de 1936 en Barcelona, en dirigir el ataque y la toma del edificio de la Capitanía general de Catalunya.
Cuando estalló la guerra civil española, enseguida puso su experiencia militar a disposición del Comité Central de Milicias Antifascistas de Catalunya como asesor técnico de las milicias. El 25 de julio partía dentro de la Columna Durruti en dirección al frente de Aragón como asesor del mismo Bonaventura Durruti, pero las discrepancias entre los dos le convencieron de volver a Barcelona.
Al terminar la ocupación franquista de Catalunya se exilió en México. Allí ocupó un cargo importante en un banco regentado por los hermanos José y Jerónimo Bertran y Cusiné. Colaboró con artículos de estrategia militar en la revista Cuadernos del exilio y propuso formar una unidad de soldados catalanes junto a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial.
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