El legendario portero barcelonista Antoni Ramallets era todo un campeón en sensibilidad humana. Un ejemplo de ello se produjo en cierta ocasión en su domicilio particular, a principios de 1962. El teléfono de Ramallets sonó y se mantuvo el siguiente diálogo, reproducido después en la prensa:
- "¿Diga?"
- "¿El señor Ramallets?"
- "Yo mismo, diga".
- "Mire, usted no me conoce. Se trata de mi hijo. Está loco por emular su fama como portero, y ha pedido a los Reyes un equipo completo. Mi situación económica no me lo permite..."
- "Está bien. Deme su dirección y el niño tendrá el equipo".
- "No sé cómo agradecerle..."
- "No se preocupe. Puede que el regalo no se lo hagamos al niño, sino al Barça en una fecha más o menos cercana".
- "¿Diga?"
- "¿El señor Ramallets?"
- "Yo mismo, diga".
- "Mire, usted no me conoce. Se trata de mi hijo. Está loco por emular su fama como portero, y ha pedido a los Reyes un equipo completo. Mi situación económica no me lo permite..."
- "Está bien. Deme su dirección y el niño tendrá el equipo".
- "No sé cómo agradecerle..."
- "No se preocupe. Puede que el regalo no se lo hagamos al niño, sino al Barça en una fecha más o menos cercana".
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