El 16 de octubre de 1910, se jugaba un amistoso en campo del Espanyol,
entre los dos grandes del fútbol catalan. El Barcelona derrotaba a
domicilio a los pericos por 1-4, el partido se llamaba "Congreso de la
tuberculosis". Este partido no pasaria a la historía por una anecdota
curiosa que se dió durante el partido. El portero del Espanyol, Pere
Gibert "El Grapas" (el pseudonimo le venía porque se permitia el lujo de
blocar el balón con una sola mano) decidió en un momento del encuentro
coger una silla y sentarse delante de su porteria. Hamilton, que
ejerecía de árbitro, le encomendó que se dedicase a hacer su trabajo y
que evidentemente aquello no estaba permitido. Gibert le dijo que el
hacía lo que le daba la gana en su terreno de juego y continuo sentado. Y
según dicen las crónicas para varios balones en esa posición. Lo
curioso del caso, es que a pesar de esa manifestación, Hamilton no se
atrevió a expulsarlo, las malas lenguas de la época dicen que no lo hizo
por que Pere Gibert era mucho más alto y fuerte que él y tuvo cierto
temor a que aquello acabara mal para él
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