El 15 de julio de 2015, la "vuelta al cole" no fue como las de siempre.
Para empezar, el "capo del vestuario ha cambiado". Del talante tranquilo
del Tata Martino, que la temporada se sumaba al trabajo en plena
pretemporada después de la enfermedad de Tito Vilanova, al todo nervio
de Luis Enrique. Faltan aún días para que aterrizasen los cracks del
Mundial en un vestuario muy joven que derrochaban ganas de títulos. El
más veterano fue Adriano Correia, que iniciaba su quinta campaña en el
club. El brasileño hacia de hermano mayor para todos y fue uno de los
anfitriones de Marc-André ter Stegen, observador y tímido en un ambiente
distendido antes de empezar a sudar hoy la gota gorda.
No por esperada, la ausencia de Txema Corbella, el carismático utillero
del primer equipo de los últimos 32 años, dejaba un vacio en el
vestuario. Amén de Adriano, los Montoya, Bartra, Sergi Roberto, Rafinha,
Deulofeu, Afellay, Tello, Bojan y algunos de los chavales del filial
que ya lo habían tratado añoraraban las bromas de Txema, tan confidente
como aliado del buen rollo del vestuario. Los que estrenaban en el curso
se alegraban al menos de que todo quedaba arreglado entre Corbella y el
presidente Bartomeu.
Con lo que no contaban era con la marcha de Massimo Cracco, el cocinero
habitual en la Ciutat Esportiva desde los tiempos de Pep Guardiola. Sin
llegar ni mucho menos a los niveles de Corbella, el italiano era también
apreciado por la plantilla, a la que acompañaba en la Liga. Cracco se
encargaba también de los picnics personalizados posteriores a los
partidos. "¿Dónde está Max?", se preguntó alguno aunque el club ya le
había comunicado días atrás la decisión de prescindir de sus servicios.
La noticia no pasó a mayores y resultó la única sorpresa de una mañana
tranquila en el animado reencuentro de Rafinha y 'Deulo' con sus ex
compañeros
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