Joaquin Blume, fallecia el 29 de abril de 1959, cuando el avión en el
que viajaba sufrió un accidente en la cordillera de Cuenca, en el que
además de Blume también murieron su mujer, María José Bonet, y los demás
miembros del equipo español de gimnasia. El vuelo 42 de Iberia, un
DC-3, se estrelló sin dejar supervivientes
La conmoción en Barcelona por la muerte de Blume fue indescriptible. Más
de cinco mil personas esperaron en la entrada de la iglesia de Santa
Anna, donde se instaló la capilla ardiente con los restos mortales de
Blume y su esposa, junto a los de sus compañeros de equipo. Los ataúdes
fueron llevados a hombros por miembros de las secciones deportivas del
FC Barcelona y de la Federación Catalana de Gimnasia. Por la iglesia
pasaron numerosas personalidades del mundo del deporte durante toda la
noche y miles de ciudadanos quisieron decir su último adiós a los
fallecidos.
El entierro, que tuvo lugar el 2 de mayo, fue multitudinario. Estuvo
presidido por las máximas autoridades militares y políticas del país,
además de numerosos representantes de entidades deportivas encabezadas
por Francesc Miró-Sans, presidente del FC Barcelona, y el resto de
directivos blaugranas, que llevaban una bandera del club.
Los que tuvieron el placer de ver alguna actuación de Blume siempre
recuerdan el cristo en el ejercicio de anillas, una de sus figuras más
destacadas, pues la ejecutaba a la perfección. Pero también dicen los
que le conocieron que Joaquim Blume no sólo era un deportista modélico,
sino también un hombre encantador, modesto, cordial, y que siempre tenía
una sonrisa para todo el mundo.
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