Después de compartir debut olímpico en Barcelona 1992 (5º lugar), Mateo Garralda y Enric Masip afrontaron con gran ilusión el reto de Atlanta 1996 que pasaba por lograr la clasificación, dos meses antes, en el campeonato europeo. Sin embargo el destino quiso que en dicho campeonato, tras la importante victoria sobre Suecia entonces campeona continental, Enric Masip se lesionara al sufrir la fractura del quinto metatarsiano de su pie derecho en el partido frente a Dinamarca. En aquel europeo el balonmano español consiguió la ansiada plaza olímpica para Atlanta 96 al llegar a la final pese a perderla (21-23) ante Rusia ya clasificada. De nada sirvieron los esfuerzos para acelerar los plazos de recuperación, ésta no llego a tiempo y Enric se vió obligado a renunciar a los Juegos. El primero en saberlo fue su amigo Mateo Garralda con el que siempre compartía habitación en los desplazamientos y concentraciones. Éste le prometió que si la selección española ganaba una medalla en Atlanta la compartiría con él. La promesa se hizo realidad después que el balonmano español alcanzara su primera medalla olímpica al vencer a Francia 27-25 en el partido por la medalla de bronce; ya en el pódium Mateo hizo un gesto de complicidad dirigido a Enric que para la gran mayoria paso desapercibido.
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