El 29 de noviembre de 1986, se confirmaba la noticia de la lesión de Steve Archibald. El nombre científico de la lesión que padecía era "osteocondroma de pelvis", que se puede explicar como una tumoración benigna que erosiona el hueso pélvico en su parte central. Las consecuencias inmediatas de este tipo de dolencia, extraña en un futbolista, se reflejan en los dolores que aparecen con cualquier movimiento brusco de la pierna, ya que la sujección de los principales músculos de la extremidad se encuentra en la zona afectada. La enfermedad, sin ser grave, podía ser atacada desde un punto de vista médico por la cirugía, procediendo a extirpar el tumor y alojar en su lugar un posterior injerto. Para cualquier no practicante de cuaiquier deporte ésta intervención le permitiría seguir un estilo de vida normal, sin el menor contratiempo. Pero para un profesional del fútbol, sin embargo, significa el fin de toda una carrera. Cuando no se decide intervenir el "ostéocondroma" esa vida profesional transcurre entre algodones y a sabiendas de que todo esfuerzo va acompañado de las inevitables molestias. Lo sorprendente es que esta lesión venía de lejos, de cuando jugaba en Inglaterra, pero no fue detectada por el equipo médico de la clínica Asepeyo, que es donde pasó las pruebas médicas antes del fichaje
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