El 11 de octubre de 1979, pocas novedades en él entrenamiento, ya que al margen de los ejercicios físicos iniciales ya habituales, Rifé se dedicó a hacer jugar a sus muchachos multitud de partidillos. Hubo de todo. Sin porterías, con porterías, con mini-porterías, peró lo cierto es que hubo fútbol a "go-gó". La anécdota de la mañana la protagonizaba Isidre Tarrés. El jugador estaba pugnando por un balón, cuando de repente empezó a dolerse de algo, que en principio nadie podía entender. Poco después se pudo comprobar que, una avispa lo había picado y a tenor de los signós de dólor que dernostréba Tarres, el "picotazo" había sido de órdógo. El jugador
tuvo que dejar de jugar y con un poco de barro del propio césped y las atenciones del cuidador pudo paliar el tremendo escozor que sentía. Posteriormente, pasado ya el momento delicado, se reincorporo a la actividad con el resto de sus compañeros, aunque Tarres también tuvo que aguantar las chanzas de sus compañeros por esa anecdota
tuvo que dejar de jugar y con un poco de barro del propio césped y las atenciones del cuidador pudo paliar el tremendo escozor que sentía. Posteriormente, pasado ya el momento delicado, se reincorporo a la actividad con el resto de sus compañeros, aunque Tarres también tuvo que aguantar las chanzas de sus compañeros por esa anecdota
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