Josep Lluís Núñez era un presidente, de decisiones valientes y guíadas siempre ante todo por un sentido práctico, en post de beneficial al Barcelona. Por esa razón no es de extrañar que un destacado "ariñista" Antoni Pagés, uno de los hombres de Ferran Ariño, estuviese el 10 de octubre de 1978 con un pie dentro de La Masía. No se trataba de ninguna "infiltración", sino del deseo de la directiva blaugrana de contar con un colaborador de prestigio reconocido dentro del ámbito barcelonista, para poder llevar lo que podría ser el futuro del Barcelona y es la de contra con un equipo formado en la cantera y los dos mejores jugadores extranjeros.
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