El 24 de marzo de 1984, vivía momentos dificiles y la preocupación asomó
en el rostro de Josep Lluís Núñez. Un Josep Lluis Núñez que, al igual
que hizo en otras ocasiones esa temporada, bajaba a los vestuarios tras
observar desde el palco el entrenamiento del equipo, bajo el mando de
Menotti, por lo que declararon los que lo vieron, llevaba el rostro
circunspecto. En el vestuario, hablaba a toda la plantilla y les deseaba
suerte, tras recordarles que estaban obligados a luchar al máximo en la
Liga mientras quedasen oportunidades, para conseguir el título. Aunque
Núñez no lo comentara, los últimos trompiezos con el Valencia y la
"debacle" de Inglaterra, haría que una nueva derrota en San Sebastián
sumiría al aficionado en un estado de postración y enfado fácilmente
predecible y de consecuencias para el equipo impredecibles, y no quería
imaginar lo que pasaría en el próximo enfrentamiento ante el Cádiz
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