El 30 de diciembre de 1928, el Barcelona jugaba los octavos de final de
la Copa de España en Atotxa. Por desgracia el lamentable estado del
terreno de juego, obligaría a aplazarse 48 horas. A pesar de que los
jugadores de ambos equipos declararon que se podía jugar, pero el
colegiado de la contienda Saracho, decidió que no se podía jugar y
suspendió el partido con el beneplacito de las federaciones guipuzcuana y
catalana.
Dicho aplazamiento indignó a la afición local, que en un reducido número lanzó piedras a los jugadores barcelonistas cuando éstos, caminando, abandonaron el campo para regresar al hotel. Por suerte sólo hubo que lamentar "la rotura de dos cristales de la puerta del establecimiento y una leve erosión en la frente de Sagi". Por suerte solo hubo desperfecto de algo que podría haber llegado a ser un peligro para los jugadores blaugranas, que se habian visto enredados en una situación en la cual apenas tenía culpa, además el 6-0 de la ida, tampoco aguraba que se complicara la eliminatoria
Dicho aplazamiento indignó a la afición local, que en un reducido número lanzó piedras a los jugadores barcelonistas cuando éstos, caminando, abandonaron el campo para regresar al hotel. Por suerte sólo hubo que lamentar "la rotura de dos cristales de la puerta del establecimiento y una leve erosión en la frente de Sagi". Por suerte solo hubo desperfecto de algo que podría haber llegado a ser un peligro para los jugadores blaugranas, que se habian visto enredados en una situación en la cual apenas tenía culpa, además el 6-0 de la ida, tampoco aguraba que se complicara la eliminatoria
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