El 20 de octubre de 1979, el presidente Josep Lluís Núñez hacía realidad
una de sus aspiraciones cuando asumió la dirección del FC Barcelona: la
creación de una residencia-escuela para los futuros cracks del equipo.
De esta forma, la entidad podía tener un mejor control sobre las
promesas, darles todos los cuidados necesarios y abaratar costes al
concentrarlos a todos bajo un mismo recinto. La Masia podía albergar a
40 jóvenes, su rehabilitación costó 12 millones de pesetas y los
trabajos se hicieron en tiempo récord (6 meses). Con la bendición de las
instalaciones, se dio por inaugurado un espacio que hasta entonces
había funcionado como oficina. Pablo Porta, presidente de la Federación
Española, y Antoni Guasch, de la Catalana, fueron las personalidades
invitadas. Núñez, cuando tomó la palabra, comentó que "hemos dado un
paso adelante en el proyecto que abrigaba la junta para que el Barça
tuviera esa cantera propia, en donde se reflejen todas las virtudes que
nuestro club atesora". La nueva instalación empezaría a funcionar en
noviembre. Con los años, y vistos los resultados, muchas entidades
deportivas de todo el mundo se interesaron por este proyecto y siguieron
el modelo barcelonista. El primer jugador en debutar salido de la
cantera seria Angel Pedraza, que había llegado cinco años antes
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