El 4 de mayo de 2003, en la Vía Férrea de Cornellà, Messi puso en un brete a los técnicos del Barça, principalmente
a su entrenador, Àlex García. Leo sufrió una lesión: traumatismo facial
a nivel del arco cigomático derecho y debía jugar con una mascara para
protegerse. La mascara en cuestión era la que había utilizado hasta
hacia poco Carles Puyol.
En el minuto 7 de partido, con 0 a 0 en
el marcador, el "Demonio" decidió que estaba cansado de su máscara. Se acercó a la
banda y se quejó al banquillo que no podía ver bien, que sudaba
demasiado con eso en la cara la máscara y sobretodo que se le movía mucho. Entonces Messi se quitó la máscara y la tiró a los
pies de los entrenadores.
Con las manos en la cabeza, Alex García
vió cómo Messi volvía al campo a jugar. Con el pómulo roto, sin máscara,
y con el riesgo que suponía dejar a Leo en esas condiciones en un
partido cómo la final de la Copa.
Completó los cuarenta minutos,
marcó dos goles extraordinarios y su técnico le prohibió salir en la
segunda mitad por el grave riesgo que suponía jugar sin la máscara.
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