- En la Final de Basilea'79 hemos recordado que fueron 30.000 socios a
animar al Barça, pero no hemos hecho incapié de que en aquella época
apenas habían 70.000 socios. Casi 1 de cada dos pudo acudir a aquella
memorable final
- El día después... más de un millón de aficionados abarrotaron las calles de la ciudad, desde el aeropuerto hasta la Plaça Sant Jaume, en la más gigantesca celebración que se recuerda, solo comparable a la de Wembley o la de Paris
- Aquel Barça de los Artola, Migueli, Zuviría, Rexach, Neeskens, Asensi, Krankl y el jovencísimo y valiente "Lobito" Carrasco no era por aquellos tiempos uno de los "grandes" del balompié europeo, ni mucho menos. La prueba es que frente al Anderlecht en los 1/32 de final, cuando la gran remontada, pocos daban un duro por aquel equipo que no levantaba cabeza en Liga pero que con muchas agallas, logrando una remontada con un gol memorable del "Torito" Zuviria
- Fue aquella etiqueta de equipo no favorito fue la clave no sólo de la comunión nacida entre el equipo y la grada, sino la chispa de aquella épica con la que la culerada se fue a Basilea, convencida de que el triunfo únicamente podía llegar por la vía del dolor, la angustia, la tensión, los nervios, un terrible padecer durante 90 minutos, o más si había prórroga, como así fue, y eso jugando al límite en lo futbolístico y mucho más allá del deber en el aspecto físico, en la garra y en la fuerza del corazón.
- Aquella final fue algo comparable al fichaje de Kubala en los '50. El estadio se había quedado pequeño y eso y la disputa del Mundial'82 hizo posible la ampliación del Estadi y una capacidad para 120.000 aficionados
- Cuando el equipo aterrizó en el aeropuerto de El Prat, la ciudad ya se había colapsado. El Barça tardó ¡¡¡ocho horas!! en alcanzar la Basílica de la Mercè, la primera parada de las celebraciones. De tal modo se desbordó la pasíón que los jugadores tuvieron que refugiarse en la vicaría porque ni siquiera dentro del templo estaban a salvo. En el primer envite desaparecieron todas las carteras de los jugadores, la mitad de las chaquetas, todas las corbatas y difererentes objetos personales.
- El día después... más de un millón de aficionados abarrotaron las calles de la ciudad, desde el aeropuerto hasta la Plaça Sant Jaume, en la más gigantesca celebración que se recuerda, solo comparable a la de Wembley o la de Paris
- Aquel Barça de los Artola, Migueli, Zuviría, Rexach, Neeskens, Asensi, Krankl y el jovencísimo y valiente "Lobito" Carrasco no era por aquellos tiempos uno de los "grandes" del balompié europeo, ni mucho menos. La prueba es que frente al Anderlecht en los 1/32 de final, cuando la gran remontada, pocos daban un duro por aquel equipo que no levantaba cabeza en Liga pero que con muchas agallas, logrando una remontada con un gol memorable del "Torito" Zuviria
- Fue aquella etiqueta de equipo no favorito fue la clave no sólo de la comunión nacida entre el equipo y la grada, sino la chispa de aquella épica con la que la culerada se fue a Basilea, convencida de que el triunfo únicamente podía llegar por la vía del dolor, la angustia, la tensión, los nervios, un terrible padecer durante 90 minutos, o más si había prórroga, como así fue, y eso jugando al límite en lo futbolístico y mucho más allá del deber en el aspecto físico, en la garra y en la fuerza del corazón.
- Aquella final fue algo comparable al fichaje de Kubala en los '50. El estadio se había quedado pequeño y eso y la disputa del Mundial'82 hizo posible la ampliación del Estadi y una capacidad para 120.000 aficionados
- Cuando el equipo aterrizó en el aeropuerto de El Prat, la ciudad ya se había colapsado. El Barça tardó ¡¡¡ocho horas!! en alcanzar la Basílica de la Mercè, la primera parada de las celebraciones. De tal modo se desbordó la pasíón que los jugadores tuvieron que refugiarse en la vicaría porque ni siquiera dentro del templo estaban a salvo. En el primer envite desaparecieron todas las carteras de los jugadores, la mitad de las chaquetas, todas las corbatas y difererentes objetos personales.
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