odo parecía ir viento en popa y los dos paraguayos fueron considerados
aptos para jugar los partidos oficiales. Ya tenían el correspondiente
permiso para alinearse al inicio del curso 1956/57. Pero el entrenador,
Domingo Balmanya, solo confiaba en el delantero.
En una entrevista que concedió a la revista Barça, en agosto de 1956, con motivo del traslado a su nuevo domicilio, muy cerca de Les Corts, explicaba que en Paraguay no era profesional, aunque nos compensaban con un poquitín de "plata”. Olmedo agregaba que trabajaba como funcionario público, en el servicio de recaudación de impuestos.
Pasaban y pasaban los partidos y el paraguayo era invisible. Un campeón sudamericano, una torre de 1,83 metros, era un cero a la izquierda. Para hacer más llevadera la interminable espera, cuando nació su segundo hijo, Augusto, el presidente del Barça, Enric Llaudet, fue el padrino de bautizo.
Por desgracia para él, aparecieron con fuerza, nuevos elementos de la cantera que cerraron el paso a Olmedo: Biosca, Gensana, Olivella. Estaba nacionalizado pero no tenía sitio. En marzo de 1958, cansado ya de esperar casi tres años, obtuvo la carta de libertad del Barça. Y para aprovechar el tiempo hasta el final del curso se comprometió con el Europa, de Tercera División, hasta el 30 de junio. Con el cuadro escapulado jugó en todas las posiciones, incluso de delantero centro, pero no pudo lograr el anhelado ascenso.
Tras jugar en el Europa se pasó el verano preparándose para firmar por un grande. Melanio estaba decidido a seguir en España. Y a triunfar después de perder tres años. Ese verano de 1958 se alineó en una selección húngara que jugó en Andorra un par de amistosos (homenaje a Basora) y con el Gandesa. Poco después se iría a Portugal, al Lusitano de Évora. Y de allí pasaría al Martítimo de Funchal (Portugal)
En una entrevista que concedió a la revista Barça, en agosto de 1956, con motivo del traslado a su nuevo domicilio, muy cerca de Les Corts, explicaba que en Paraguay no era profesional, aunque nos compensaban con un poquitín de "plata”. Olmedo agregaba que trabajaba como funcionario público, en el servicio de recaudación de impuestos.
Pasaban y pasaban los partidos y el paraguayo era invisible. Un campeón sudamericano, una torre de 1,83 metros, era un cero a la izquierda. Para hacer más llevadera la interminable espera, cuando nació su segundo hijo, Augusto, el presidente del Barça, Enric Llaudet, fue el padrino de bautizo.
Por desgracia para él, aparecieron con fuerza, nuevos elementos de la cantera que cerraron el paso a Olmedo: Biosca, Gensana, Olivella. Estaba nacionalizado pero no tenía sitio. En marzo de 1958, cansado ya de esperar casi tres años, obtuvo la carta de libertad del Barça. Y para aprovechar el tiempo hasta el final del curso se comprometió con el Europa, de Tercera División, hasta el 30 de junio. Con el cuadro escapulado jugó en todas las posiciones, incluso de delantero centro, pero no pudo lograr el anhelado ascenso.
Tras jugar en el Europa se pasó el verano preparándose para firmar por un grande. Melanio estaba decidido a seguir en España. Y a triunfar después de perder tres años. Ese verano de 1958 se alineó en una selección húngara que jugó en Andorra un par de amistosos (homenaje a Basora) y con el Gandesa. Poco después se iría a Portugal, al Lusitano de Évora. Y de allí pasaría al Martítimo de Funchal (Portugal)
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