Ayer 30 de marzo se cumplieron 25 años del fichaje de Julio César
Romero, que a pesar de tener un nombre muy taurino, en realidad era
futbolista y su sobrenombre era: "Romerito".
El jugador paraguayo procedía del Fluminense de Brasil, lo único que se conocía de él en Catalunya o España es que en el Mundial s/19 de Tokio'79, habia sido escogido tercer mejor jugador del torneo detras de: Diego Armando Maradona y Juan Carlos Pérez Rojo
Dotado de una gran técnica y verticalidad, los culés nunca pudimos llegar a disfrutar en plenitud de las evoluciones del centrocampista paraguayo, que no llegó a adaptarse al fútbol español. Sólo participó en 7 encuentros como blaugrana, y tras seis meses en el club, volvió a América, donde siguió su carrera en clubes mexicanos y de su Paraguay natal.
Su fichaje por el club blaugrana se produce tras la lesión de Bakero, pieza básica en el equipo de Cruyff, se lesionó y el holandés comenzó a mover cielo y tierra para encontrar un sustituto de garantías. Ante la imposibilidad de fichar a un jugador español, el Barça se lanzó al mercado internacional a por su nuevo crack, ya que entonces se permitían tener tres extranjeros por plantilla y los catalanes disponían en aquel momento sólo de dos: Aloisio y Lineker.
La secretaría culé, preguntó al Boavista por Joao Pinto, que entonces militaba en el Boavista y era una de las mayores promesas del fútbol europeo tras haber realizado un magnífico mundial junior en Arabia. Sin embargo desistieron de su contratación al conocer que los lusos pedían 80 millones de pesetas por su joven estrella. Entonces todas las miras se pusieron sobre el uruguayo Enzo Francescoli. Sin embargo, cuando todos los periodistas trataban de averiguar por cuánto cerraría el Barcelona la cesión con el futbolista del Racing de Paris, Cruyff soltó una bomba: el Barça ya había cerrado el fichaje que tanto ansiaba.
El jugador contratado en cuestión era Romerito, un paraguayo de casi 30 años semidesconocido en Europa y por el que Barça pagó 40 millones de pesetas al Fluminense brasileño. Cruyff se vanaglorió de haber llevado la operación en el más puro secreto y destacó que conocía a su nuevo de crack de cuando había jugado contra él en los Estados Unidos.
El primer partido de Romerito con la casaca blaugrana era un encuentro con mayúsculas: un clásico contra el Real Madrid. Los días previos a su disputa, Romerito, en aquellos momentos el ojito derecho de los medios por ser "el nuevo cromo" de Johan, destacaba que él no tenía miedo a los blancos porque ya les había ganado un verano en un trofeo Teresa Herrerra.
Finalmente el debut del paraguayo resultó un auténtico fiasco, como los siguientes partidos que jugó. De hecho, con Romerito en el campo al Barça le costaba un mundo marcar. Por ello, cuando al poco tiempo se lesionó y los azulgranas se recuperaron de su sequía goleadora comenzó a correr la leyenda de que Romerito era un gafe, que con él sobre el terreno de juego los culés eran incapaces de anotar un tanto. Al terminar la temporada, tras haber jugado seis partidos con el equipo catalán y haber marcado un gol, precisamente en su último partido, Cruyff le enseñó la puerta de salida del Camp Nou.
El jugador paraguayo procedía del Fluminense de Brasil, lo único que se conocía de él en Catalunya o España es que en el Mundial s/19 de Tokio'79, habia sido escogido tercer mejor jugador del torneo detras de: Diego Armando Maradona y Juan Carlos Pérez Rojo
Dotado de una gran técnica y verticalidad, los culés nunca pudimos llegar a disfrutar en plenitud de las evoluciones del centrocampista paraguayo, que no llegó a adaptarse al fútbol español. Sólo participó en 7 encuentros como blaugrana, y tras seis meses en el club, volvió a América, donde siguió su carrera en clubes mexicanos y de su Paraguay natal.
Su fichaje por el club blaugrana se produce tras la lesión de Bakero, pieza básica en el equipo de Cruyff, se lesionó y el holandés comenzó a mover cielo y tierra para encontrar un sustituto de garantías. Ante la imposibilidad de fichar a un jugador español, el Barça se lanzó al mercado internacional a por su nuevo crack, ya que entonces se permitían tener tres extranjeros por plantilla y los catalanes disponían en aquel momento sólo de dos: Aloisio y Lineker.
La secretaría culé, preguntó al Boavista por Joao Pinto, que entonces militaba en el Boavista y era una de las mayores promesas del fútbol europeo tras haber realizado un magnífico mundial junior en Arabia. Sin embargo desistieron de su contratación al conocer que los lusos pedían 80 millones de pesetas por su joven estrella. Entonces todas las miras se pusieron sobre el uruguayo Enzo Francescoli. Sin embargo, cuando todos los periodistas trataban de averiguar por cuánto cerraría el Barcelona la cesión con el futbolista del Racing de Paris, Cruyff soltó una bomba: el Barça ya había cerrado el fichaje que tanto ansiaba.
El jugador contratado en cuestión era Romerito, un paraguayo de casi 30 años semidesconocido en Europa y por el que Barça pagó 40 millones de pesetas al Fluminense brasileño. Cruyff se vanaglorió de haber llevado la operación en el más puro secreto y destacó que conocía a su nuevo de crack de cuando había jugado contra él en los Estados Unidos.
El primer partido de Romerito con la casaca blaugrana era un encuentro con mayúsculas: un clásico contra el Real Madrid. Los días previos a su disputa, Romerito, en aquellos momentos el ojito derecho de los medios por ser "el nuevo cromo" de Johan, destacaba que él no tenía miedo a los blancos porque ya les había ganado un verano en un trofeo Teresa Herrerra.
Finalmente el debut del paraguayo resultó un auténtico fiasco, como los siguientes partidos que jugó. De hecho, con Romerito en el campo al Barça le costaba un mundo marcar. Por ello, cuando al poco tiempo se lesionó y los azulgranas se recuperaron de su sequía goleadora comenzó a correr la leyenda de que Romerito era un gafe, que con él sobre el terreno de juego los culés eran incapaces de anotar un tanto. Al terminar la temporada, tras haber jugado seis partidos con el equipo catalán y haber marcado un gol, precisamente en su último partido, Cruyff le enseñó la puerta de salida del Camp Nou.
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